viernes, 9 de noviembre de 2012

Aunque tarde una vida...


Llevaba horas caminando, perdida en aquel inmenso bosque. Había huido de casa al llegar la madrugada, valiéndose tan solo de una brújula estropeada, un antiguo mapa, una cantimplora y varias barritas energéticas.
Los primeros pasos la habían llenado de adrenalina; sentir que estaba sola sin que nadie la observara...  Pero ya empezaba a estar exausta, el cansancio comenzaba a apoderarse de ella, y aquellas botas desgastadas que tanto le gustaban, le estaban pasando factura. En un último intento desesperado por llegar a ninguna parte, echó a correr. Y llegó. Llegó a un claro que se abría ante ella como un paraíso en el desierto. La visión era sobrecogedora. Un enorme lago glacial se extendía bajo la falda de unas montañas en pleno deshielo; y el cielo, rojo carmesí, indicaba el comienzo del final de otro día.
Tiró la mochila en un lugar apartado y una vez se aseguró de que no había nadie alrededor, se desnudó. Caminó hacia la orilla y se metió sin dilaciones a pesar de que el agua estaba congelada. Aquel frío intenso le ayudó a despejar las ideas que venían atormentándola desde hacía una semana... No había podido despedirse de ella. No había podido darle un último beso ni le había acariciado la sien, como acostumbraba a hacer. Tras ocho largos y agonizantes meses, tras millones de segundos postrada en una cama, ahora se iba y ella no había llegado a tiempo para decirle adiós...
En ese punto, comenzó a llorar. Las lágrimas que brotaban de sus ojos sin cesar, se confundían con las gotas que mojaban su cara; y gritó. Gritó dejando ir toda la rabia y la angustia que acumulaba, y que la llenaban de dolor. Gritó hasta que se quedó sin fuerzas y el frío empezó a calarle los huesos. Salió del lago y tras secarse un poco, se volvió a vestir. Divisó una roca y se sentó sobre ella. Dejó pasar el tiempo mientras sus pensamientos volaban ágiles y observaba su reflejo sobre el agua cristalina. Y por primera vez en varios días, se vio. Se vio tal y cómo era ahora, y tal y cómo había sido antes de que... Estaba a punto de romper a llorar de nuevo cuando una ráfaga de viento le revolvió el pelo y le hizo estremecer. Sintió entonces como si alguien le estuviera abrazando y se dejó llevar por aquel abrazo. Se meció en aquellos brazos que tantas otras veces la habían reconfortado. Abrió los ojos y sonrió. Esuchó a lo lejos ruidos de coches. Eran sus padres que la buscaban preocupados. Cogió sus cosas y se encaminó hacia ellos. Les dio un beso y se metió en el coche, en silencio, sin explicaciones. Ellos lo entenderían. Con el coche ya en marcha, volvió la cabeza por última vez, y contempló el paisaje que la había acompañado durante aquella tarde tan especial. Y entonces la vio, con su falda por las rodillas y su crucifijo colgándole del pecho. Sonreía mientras agitaba la mano a modo de despedida. No pudo más que llorar de amor mientras susurraba un "Te echaré de menos tía..."

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